Dedicado al callejón de las viudas, Paine, 16 de Octubre, 1973.
Cómo íbamos a saber que todo
se estaba acabando esa noche.
Cómo íbamos a saber
que el control rutinario
significaba en ese entonces
la muerte.
Cómo íbamos a saber
que si los perros lloraban,
era por algo,
que ese algo era
no volver a verte.
Esa noche la lloré entera,
chorreé a todo el mundo,
yo sentía cómo los pedazos del cuerpo
se me iban cayendo a la tierra,
a la misma tierra que tú cuidabas,
a la misma tierra de la que emergíamos
cada vez más convencidos de nuestra procedencia.
Somos indios, me decías.
Y yo podía mirarte
desde la ventana de la cocina
y me sonreía
porque pensaba que ser indio
era tan hermoso,
que tener las raíces puras de América
nos hacía amar tanto como éramos capaces,
que habíamos nacido de esta tierra pa quererla.
Yo te consideraba más lindo
cuando se te notaba el cansancio,
cuando me pedías agua
y yo le echaba azúcar
pa’ que me quiera más, le decía.
Me tomabas en brazos
y no existía otro universo más que ese,
nuestra casa y los árboles,
tus cosechas
mi cocina
nuestro amor amor
y el ruido del tranque a lo lejos sonando
cantándonos canciones AM.
Yo no tenía cómo saber
que esa noche macabra no volvías.
Yo no tenía cómo saber
que en mi guata teníamos un hijo.
Y desde la ventana te veía marchando
mirando siempre la tierra
y me acordaba todas las veces
en que me decías que las marchas
significaban dolor.
Entonces me dolía más mirarte así,
mirar cómo te alejaban de nosotros tres
de tu tierra
de tu hijo
de mí.
Yo en el fondo creía que ibas a volver,
que de repente pasarían tres horas
y traerían a los vecinos y a ti de vuelta,
pidiendo disculpas por la equivocación.
Pero que van a saber ellos de pedir disculpas.
El tranque siguió cantando todita la noche
y yo pegada a la ventana esperándote
y nuestros animales esperándote
y tu tierra tomándose
toda el agua azucarada posible
y los pájaros
y nuestra casa esperándote
tu hijo
tu chupalla
mi cintura esperándote.
Todo un callejón esperándolos,
un callejón teñido de rosa y de sangre,
en donde las posibilidades del tiempo
son enormes
y la significancia de la tierra
desborda cualquier corazón aún más,
todas nosotras esperándolos a ustedes
con el barro hasta las rodillas
con las arrugas treinta años más acentuadas
más hondas y terribles
con las mismas ventanas
desde donde los vimos diluirse,
con el sabor agrio en la boca
del último beso,
con los brazos marcados
del último abrazo,
con la mitad de la tierra
de que la fuimos parte,
esperándolos,
esperándote todavía,
por eso cada vez
que me llevan pa un lugar
y me preguntan reconoce alguna prenda,
algo,
yo digo que no,
que no reconozco nada
y que vai a volver,
que esos huesitos no son tuyos,
que yo te estoy esperando
con un litro de agua y un kilo de azúcar,
que te estoy esperando
y que vai a volver,
QUE TE ESTOY ESPERANDO
Y QUE VAI A
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